domingo, 14 de noviembre de 2010

La caja de Pandora de todos los murcianos / Francisco Poveda

Siempre he tenido la convicción de que el director general de “Caja Murcia”, Carlos Egea, vivía con el error subconsciente de que la entidad es una propiedad casi personal. Tal vez por eso se ha mal acostumbrado a no dar explicaciones o a soltar sólo lo conveniente a un consejo de administración bien macerado – incluidos los mudos sindicalistas - porque cobra la suculenta dieta antes de cada reunión, y está presidido siempre por una persona escogida por él mismo con la complacencia de los políticos de turno. Y por cierto, al que se la trae al pairo la vigente Ley de Igualdad para su composición.
 
Pero los tiempos son turbulentos y mucho más para los algo dudosos negocios en que se ha metido “Caja Murcia” durante los años del descontrol. Los rumores se han disparado este verano, coincidiendo con la crisis financiera de confianza y liquidez, sabido el riesgo sobredimensionado contraído por la entidad murciana en hipotecas a promotores, inversiones bursátiles más que inciertas y apuestas en suelo recalificable por doquier antes de la “reforma Zapatero”. 

Ahora la duda alberga en muchos murcianos e impositores, que no creo se apresuren todavía a hacer cola para retirar fondos de las sucursales haciendo oídos a especies acerca de una creciente insolvencia con riesgo de “corralito”. En ese caldo de cultivo no es impensable que un cliente venado se persone en un juzgado de guardia a poner una denuncia si se le presentan algunas objeciones para un reintegro considerable.

Pareció muy extraño que en plenas vacaciones de agosto Egea llamase a “Onda Regional” para difundir un desafortunado mensaje de tranquilidad sobre el modelo murciano del ladrillo como horizonte económico todavía estratégico para esta región. Pocos días después estalló la “burbuja” inmobiliaria norteamericana y aquí, más que en otras regiones españolas, se precipitó un cambio de ciclo en el sector. 

Y ya no se le ha vuelto a ver ni a oír en los medios subvencionados, excepto para desdecirse en voz baja, sin pudor alguno ni, por supuesto, en los alternativos más profesionales y libres, aunque Egea haya pasado la mayor parte del tiempo canicular en su despacho de Murcia con una sola gran escapada final para no volverse loco con las preocupantes noticias de las “sub prime” llegadas desde Wall Street. 

Pero debe volver a hablar y, en esta situación extraordinaria, le corresponde hacerlo alto, más que ante un Consejo de Administración domesticado, en la Asamblea Regional, que no es un guiñol aunque pueda parecerlo, también antes que para los periodistas de su pesebre o frente a los consejeros por muy “don tancredos” que sean.

Su mensaje motivado de tranquilidad se ha de irradiar desde allí para conjurar cualquier proceso desbocado del que luego tuviéramos todos que lamentarnos, comenzando por las 2.000 familias de los empleados. Porque es un axioma en comunicación corporativa que el silencio no es rentable y que los rumores tienen en la opacidad su mejor sustrato. 

Por eso precisamente tiene que comparecer cuanto antes, al igual que ha hecho el gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez, ante la comisión correspondiente del Congreso de los Diputados y el Senado, en Cartagena y decir toda la verdad. Se trata, en definitiva, de ejercer esa transparencia-antídoto que piden todos los días a gritos, desde el FMI hasta el Banco Central Europeo o la Reserva Federal, y que nunca ha sido el punto fuerte de la gestión de Carlos Egea al frente de “Caja Murcia”, que todo es preciso decirlo ahora.

Esa transparencia es más que obligada en estos críticos momentos (aunque no se la exijan el presidente Valcárcel, que es un ignorante, ni Inmaculada García, la consejera de Economía, que sí sabe), porque el efecto no deseado es que se ha mutado a una crisis de solvencia, no tan pasajera, alimentada por la desconfianza mutua que ahora existe entre bancos y cajas a la hora de prestarse dinero unos a otros.(Por cierto, ¿quién le está prestando a “Caja Murcia” dinero en el interbancario?) Porque, como cualquier entidad de crédito, busca liquidez desesperadamente todos los días.

Por eso es una crisis avivada que afecta a la economía real de todos los murcianos, tengan o no una hipoteca, porque es mundial, norteamericana, europea, española y también murciana con sus agravantes aunque Egea, en principio, no quiso reconocer que le temblaban las piernas de sólo pensar la que se avecinaba, informado en persona por la CECA, por una excesiva concentración de riesgo de morosidad inmobiliario, que a “Caja Murcia” ya le valió en primavera un primer expediente, con fuerte multa, del Banco de España.

Sus motivos comenzaba a tener después de haberse orientado durante años la principal dedicación de “Caja Murcia” a operaciones especulativas con grandes compras de suelo rústico de secano para luego lograr su recalificación urbanística a base de influencia política con los dirigentes murcianos del Partido Popular en el poder de San Esteban. 

Y todo eso captando, en Caimán, República Dominicana, Miami, Italia sur o en cualquier otra zona “off shore” del planeta, fondos especulativos, realizando inversiones de gran volatilidad, e involucrándose en sectores de fuerte e inminente crisis previsible. ¿Ha llegado a emitir “Caja Murcia” o alguna filial en el exterior, que escapa al control del Banco de España y de la Agencia Tributaria, participaciones preferentes para colocar en esos ávidos mercados? Egea debe contestar sin titubeos ni medias verdades.

¡Qué eufemismo, por su parte, denominar proceso de ajuste a la debacle del sector murciano de la Construcción visto lo de Llanera! ¿Cuánto valen ahora todos esos activos en suelo improductivo que acumula “Caja Murcia”? ¿Cómo anda la morosidad de promotores de nuevo cuño apadrinados, y hasta jaleados, por Egea?

Porque hay rumores alarmantes que disipar al no haber podido titularizar toda la deuda hipotecaria (lo digo por la de “Polaris”, con quien no desea cargar nadie), eso merece por su parte una urgente explicación pública a los verdaderos dueños de “Caja Murcia”, algunos de los cuales se preguntan, no sin cierta malicia, sobre una eventual existencia de opacidad fiscal en el crédito sindicado de mayor volumen de la historia en España y su posterior asunción parcial de deuda por cuenta de los suizos. 

Puede aprovechar su presencia en la Cámara para explicar con todo detalle, hasta sonrojar a los murcianos decentes, las claves de la aventura de nuestra “cajita” por el paraíso fiscal de las islas Caimán y desvelar si seguimos, o no, todavía en aquella cueva de piratas del Caribe haciendo Dios sabe qué, y en qué medida hemos involucrado al Crédit Suisse como último eslabón de esta cadena de despropósitos por los caminos inexplorados - y sin reglamentar - de la globalización financiera. 

Y, de paso, revelarnos a todos el balance, real y sin maquillajes, de la cartera industrial de la entidad, después de la metedura de pata con “Vueling”, para saber el montante de las pérdidas, cómo y con cargo a qué partida se ha jugado así con el dinero de los impositores. Cabe recordar en este punto que no se puede invertir, por ley, más del 20% de recursos propios por parte de las cajas de ahorro debido a su finalidad estrictamente social.

¿Qué experto o expertos han recomendado, pues, comprar esas participaciones, en base a qué criterios y dónde están los respectivos planes de viabilidad de esas mercantiles participadas por “Caja Murcia”? Todo esto ha de explicarse también para que nadie albergue la más mínima duda y persista la presunción de inocencia sobre el director general y el resto del Consejo de Administración, que pueden llegar a responder con su propio patrimonio por decisiones que afecten negativamente a la masa patrimonial de la entidad. 

Por ejemplo, ¿quién ha garantizado que Aeropuertos de Murcia S. A., Autopistas del Sureste S. A., Vueling S. A., o Polaris World S. A. no eran inversiones de alto riesgo? Es el dinero de los impositores con el que se está jugando y no con la fortuna personal, que existe y me consta, del propio director general. 

Y se ha hecho cuando ya se apreciaba, por cualquier observador avisado, demasiada concentración de riesgo, oh casualidad, en suelo, ladrillo e hipotecas porque escaseaban clientes para comprar tanta vivienda, rentabilizar autopistas de peaje en zonas casi despobladas, llenar vuelos “low cost” fuera de temporada y dar sentido a nuevos aeropuertos cerca de otros ya muy consolidados, como El Altet.

Antes de que se piense que, al final, la gestión de Carlos Egea puede haber resultado un verdadero desastre, él mismo debiera adelantarse a los acontecimientos que se intuyen en la lontananza de “Caja Murcia” y entonar un “mea culpa” por haber querido seguir a los grandes pensando que sabían mucho atajo. 

Nunca más se debiera tratar de ganar tiempo con las malas prácticas que, al final, resultan las ruedas de prensa trucadas al presentar unos resultados anuales maquillados ni exhibir calificaciones de riesgo pagadas a impostores y que, con la crisis hipotecario-financiera global, han quedado al descubierto y desacreditados por el propio sistema. La insolvencia punible es un tipo penal que lleva aparejada en España pena de seis años de cárcel, no hay que olvidarlo.

Tampoco resultaría pintoresco poner a disposición de los señores diputados autonómicos, como máximos representantes de la sociedad murciana, las actas de las últimas inspecciones del Banco de España en “Caja Murcia”, a instancias del abogado Diego de Ramón ante tal concentración de riesgo acumulado, y darles a conocer las últimas recomendaciones particulares de la autoridad monetaria nacional a nuestra primera entidad de ahorro.

Sería particularmente tranquilizador para impositores, clientes y murcianos en general, que Egea Krauel revelase cuáles han sido los pasos a dar por indicación del Banco de España y las nuevas provisiones para insolvencias a que se ha visto obligada “Caja Murcia” por esta intervención “de facto” del banco emisor, que ya ha pulverizado literalmente su cuenta de resultados del ejercicio 2007. 

Hay quien apunta desde instancia autorizada que el final de una “Caja Murcia”, ciertamente “tocada”, será la fusión por absorción de otra Caja mayor. La CAM y “Bancaja” también andan más allá que acá por parecidas prácticas heterodoxas pero en el horizonte vuelve a vislumbrarse “Caja Madrid”. 

La única entidad crediticia que queda con domicilio fiscal en la Región es “Caja Murcia”. La Comunidad Autónoma no puede, ni debe, quedarse sin una Caja propia vista la experiencia histórica sufrida con la CAM. Es imperioso evitar esa, o cualquier fusión, por ausencia de viabilidad de lo último que nos queda. Porque sin esa “soberanía” financiera, la autonomía política puede ser falaz.

Carlos Egea Krauel tiene ahora la responsabilidad, la decisión y la palabra porque “Caja Murcia” es, en gran medida, obra suya aunque hoy se percibe algo a la deriva un barco que es propiedad de todos. Pero es él quien está, y estaba, en el puente y el que debe responder ante el armador y todos los “accionistas” de esta naviera denominada Región de Murcia S. A., hoy convertida, ciertamente, en una caja de pandora llena de sorpresas.

(17 de octubre de 2007)

El día que quemamos nuestra soberanía / Francisco Poveda


CARTAGENA.- La crisis económica por la reconversión industrial estaba en todo su apogeo y la ciudad se apagaba por momentos. La pobreza y la prostitución forzada hicieron su aparición en muchas familias obreras y aquello presagiaba un conflicto de envergadura. El ambiente estaba cargado de tensa calma. Empresas como "Metalúrgica de Peñarroya", "Fesa-Enfersa", y hasta "Bazán", se derrumbaban o parecía que podían hacerlo. Mientras tanto, los políticos nacionales y regionales gobernantes se perdían en palabras y no arbitraban las soluciones de emergencia que aquella situación requería. 

Las fuerzas vivas de la ciudad y todos sus habitantes estaban indignados con la pasividad e incompetencia de la clase política de la época ante su falta de sensibilidad durante un largo proceso de huelgas generales masivas y manifestaciones multitudinarias pero pacíficas, que condujo finalmente a una situación social insostenible y crispada. De ahí que la ciudadanía se sumase espontáneamente a las protestas de los huelguistas y participase en el apedreamiento de la sede de la que consideraban inoperante Asamblea Regional. Se repetía lo que una semana antes ya había tenido lugar en Murcia, frente al Palacio de San Esteban y la Delegación del Gobierno, por parte de 2.000 obreros sin un futuro claro.  

La fecha elegida por los manifestantes era la de comparecencia de Collado ante la Cámara para explicar la compra por la Comunidad Autónoma, y posterior cesión gratuita a la multinacional norteamericana "General Electric", de los terrenos de la finca "Casagrande" en la pedanía cartagenera de La Aljorra ante su negativa a instalarse en el polígono industrial de "Los Camachos". El excesivo precio pagado, el doble de su valor anterior, había levantado no pocas sospechas sobre terceros beneficiados y el entonces presidente murciano tenía que responder a las preguntas y dudas de los diputados de la Oposición. 

El contraste entre los temas que requerían la atención de la Asamblea Regional y las urgencias crecientes no atendidas de la sociedad cartagenera en crisis, era un caldo de cultivo perfecto. La reconversión había producido una crisis general de todo el sector público industrial comarcal, que había desembocado, durante más de tres meses seguidos, en un estado general de huelgas de hambre y protestas en la calle ante la casi total indiferencia de los políticos responsables.  

Los sindicatos de clase, UGT, USO y CC. OO., mantenían una postura de lucha contra la resignación y la falta de soluciones en la Mesa de Negociación después de que se perdieran en muy poco tiempo 15.000 empleos en la comarca de Cartagena, lo que hizo pensar en el hundimiento de la ciudad por mucho tiempo. Esa sensación produjo la necesidad de manifestar públicamente una gran protesta como colofón a toda una serie anterior de pequeñas manifestaciones y huelgas de hambre en iglesias e instalaciones portuarias. 

La mañana del día 3 de febrero de 1992, los nuevos parados industriales fueron convocados ante la Asamblea Regional para hacer patente su protesta y desacuerdo con la gestión de nuestra clase política autóctona ante un proceso que no quería, o no podía atajar, y que tuvo como consecuencia general más inmediata la depresión económica más importante de nuestro tiempo en la Región de Murcia. El teórico riesgo de asalto general a la Asamblea, que entrañaba convocatoria de semejante magnitud aconsejó a la delegada del Gobierno, Concepción Saénz, reclamar al Ministerio del Interior dotaciones antidisturbios acuarteladas fuera de la Región y desconocedoras del verdadero ambiente que se respiraba en Cartagena, donde el cierre de una empresa enlazaba con el de otra, desde 1990.  

Hubo una última mediación con los sindicatos por parte del alcalde socialista de la ciudad, en aquel momento José Antonio Alonso, para evitar lo que, finalmente, se produjo por la desproporción de despliegue y actuación de la fuerza pública. En efecto, el acuerdo alcanzado de poder alcanzar la manifestación la acera frente a la Asamblea no fue respetado por la delegada del Gobierno, Concepción Saénz, y la Policía bloqueó doscientos metros antes el Paseo de Alfonso XIII para impedir que los manifestantes expresasen su protesta ante el mismo Carlos Collado, con la entrega personal de un escrito, y el resto de los diputados del PSOE. Saénz cambió las medidas de seguridad sin consultar con Alonso ni Miguel Navarro. Esa decisión se interpretó como una última provocación más del Poder y dio lugar a que los ánimos se calentasen en exceso. 

Ante las evidencias de enardecimiento de los manifestantes y la ciudadanía que les apoyaba, Saénz ordenó, sin reflexión, al comisario, la carga policial contra una población pacífica y unos obreros que, hasta el momento, no habían dado la más mínima muestra de querer un enfrentamiento violento pese al tumulto que ya se había formado. Pelotas de goma y botes de humo hicieron su aparición en aquel firmamento. La gente no se achantó y la emprendió con piedras contra la fachada principal del Parlamento regional, hasta romper sus cristales. Por ahí penetraría luego el "cóctel Molotov" que originó el incendio de la tarde y el pánico entre los diputados y funcionarios que todavía no lo habían evacuado tras los incidentes de la mañana.  

Luego el caos se apoderó de todo y volaron bolas de hierro, tornillos soldados, piedras y bengalas, desde la acera de los edificios universitarios. No fueron pocos los que alcanzaron el propio despacho del Presidente. Los diputados, ya en el salón de sesiones, trabajaban con cierta normalidad y sin la percepción real del riesgo que estaban corriendo debido a la intensidad del debate propiciado por la Oposición. Unos cuantos manifestantes pretendieron asaltar el edificio, blindado por los antidisturbios. Se arrancaron marquesinas, papeleras, señales de tráfico, semáforos. Milagrosamente, sólo milagrosamente, no se produjeron muertes, aunque sí cuarenta heridos entre civiles y agentes. Ocho vehículos aparcados en la zona resultaron calcinados así como treinta contenedores de basura. 

Cartagena entera se estremeció al conocer por radio lo ocurrido. Cientos de ciudadanos que no habían asistido a la manifestación, y empleados de otras empresas que habían finalizado su turno, corrieron hasta el lugar y se sumaron a los manifestantes, hasta las 3.000 personas, para hacer frente a las fuerzas del orden. El pleno de la Asamblea Regional se desarrollaba con la asistencia incluso de la propia Concepción Saénz, mientras en el exterior arreciaba la protesta y crecía el número de personas que gritaban y recriminaban. Los periodistas con acreditación visible éramos los únicos que, no sin cierta dificultad, podíamos entrar y salir libremente del edificio-sede parlamentaria, absolutamente rodeado de fuerzas especiales.  

Los diputados Ramón Ortíz y Pedro Antonio Ríos solicitaron al presidente Miguel Navarro la suspensión, incluso aplazamiento, de la comparecencia de Collado para salir a la calle, hablar con los manifestantes, y negociar algún tipo de declaración institucional que calmara los ánimos, toda vez que policías heridos habían tenido ya que ser atendidos dentro del edificio por dos diputados que eran médicos, Teba y Martínez Cachá. Miguel Navarro no accedió por los precedentes que ya existían de práctico secuestro de la Cámara en aquellos meses, y además no quería transmitir una falsa sensación de debilidad. Juan Ramón Calero, líder de la Oposición, se mostró de acuerdo con esa decisión por considerarla correcta. 

Al acabar el Pleno, mucha gente seguía en el exterior y fueron muy pocos los diputados que lograron indemnes abandonar el edificio. La mayoría permaneció en su interior ante el cariz que tomaban los acontecimientos y la insuficiencia de agentes antidisturbios para la gran masa humana ya concentrada. El miedo se apoderó de muchos funcionarios y diputados, incluido Collado, ante la advertencia policial de que no se garantizaba la seguridad de nadie que optase por salir a la calle. Sólo hacia las cuatro de la tarde los exteriores pudieron ser medianamente despejados. Los incidentes habían perdido ya mucha intensidad, los diputados pudieron evacuar la sede parlamentaria, y el dispositivo policial se redujo considerablemente.  

A las cinco de la tarde, una vez que la Policía prácticamente se retiró, alguien no identificado, desde un grupo incontrolado de manifestantes por el exiguo retén policial, lanzó un certero "cóctel Molotov" por una ventana rota del salón de actos del edificio, que comenzó rápidamente a arder como una tea en dos puntos distintos de la primera planta, justo bajo el despacho del presidente de la Asamblea Regional. Dos columnas de humo negro se alzaron y pudieron ser vistas desde todos los puntos de Cartagena mientras los funcionarios se arriesgaban con los extintores en espera de los bomberos, desde cuyo parque se avisó a José Antonio Alonso. Se detuvo a tres personas. 

Miguel Navarro, sinceramente desolado, repasó luego los daños en presencia de algunos periodistas que se lo pedimos, y atendió al alcalde de la ciudad, que se presentó en el lugar cuando las llamas estaban ya sofocadas. Todos pedían la "cabeza" de la delegada del Gobierno.

(El Mundo, 4 de abril de 1992)

martes, 9 de noviembre de 2010

El crack mundial no es ya cosa de agoreros catastrofistas / Francisco Poveda *

Una segunda gran crisis financiera parece acercarse rápidamente mientras un crack mundial de dimensiones desconocidas puede ser su efecto más devastador por la incertidumbre que extenderá durante bastante tiempo la concentración de la riqueza en muchas menos manos. 

Los signos que se aventan a diario en el mundo económico no pintan nada bien después de una larga etapa de derroche y latrocinio por doquier, y no sólamente en Wall Street, aunque el diseño del gran fraude del papel sin respaldo convenido fuese más de factura neoyorkina que suiza.

Los grandes pensadores mundiales progresistas no terminan de ponerse de acuerdo sobre cómo va a ser de duradera la eclosión inducida de nuestro actual sistema económico y social pero sí coinciden al decir que la prospectiva dominante ya no parece ser cosa de agoreros catastrofistas: el problema está ahí y la Humanidad debe estar preparada para la catarsis que exige un profundo cambio de modelo económico capaz de soportar organizadamente sobre la Tierra a unos 8.000 millones de personas, la enorme mayoría condenada de nuevo al infortunio.

Las tensiones monetarias crecientes, la burbuja del oro, la desnaturalización imparable en lo social de la Unión Europea, la definitiva pérdida de hegemonía mundial de unos EE UU con un déficit galopante, una todavía poco sólida China, los fenómenos tipo Berlusconi que pueden proliferar a la sombre de la xenofobia, la falta de reacción social ante la corrupción de la democracia (tan bien analizada antes de morir recientemente por mi amigo y maestro Vidal-Beneyto), las exigencias de nuevas potencias económicas emergentes como India o Brasil, la pugna por acceder a los recursos naturales que los tiempos demandan (incluida la energía fósil), el ya inaplazable control medioambiental y la práctica liquidación de los restos del mundo de los siglos XIX y XX, nos indican que hemos entrado de lleno en el incierto siglo XXI y que sus bases estructurales no pueden ser las mismas al haber quedado obsoletas por el devenir de los acontecimientos.

Si el siglo XX ha sido uno de los más crueles con la Humanidad, lo que se puede esperar del XXI, de seguir las cosas tal como se presumen es, para comenzar, sangre, sudor y lágrimas por el desempleo masivo y la pobreza vergonzante que puede llegar a generar en su primer tercio, exactamente igual que en el XX, y, en consecuencia, los conflictos de todo tipo que pueden aparecer, por hacer falta, para establecer un nuevo orden mundial en función de una correlación de fuerzas muy distinta a la conocida hoy y que va a tener mucho que ver con el conservacionismo sobre los recursos naturales.

En algún despacho del planeta parece haberse diseñado-planificado (todavía a nivel de un primer borrador) la nueva situación, desde el punto de vista económico y tecnológico, donde Europa parece haber quedado orillada en beneficio de consolidados nuevos cluster avanzados de Asia y Norteamérica. Si eso fuese así, ya tendríamos un primer conflicto a escala planetaria para abrir la era de no sabemos bien qué aunque es de esperar una reacción de los excluidos por pura supervivencia, lo que tampoco les garantiza nada.

La reciente entrevista en 'El País' con Felipe González, ex jefe socialdemócrata del Gobierno de España, encierra un magnífico compendio de los males que nos van a afligir tras medio siglo largo de una prosperidad que parecía eterna en el mundo más desarrollado de Europa, América y Asia. Las predicciones a largo sobre el Capitalismo del, tan admirado como odiado, Carlos Marx, no parecen ahora que fuesen tan desencaminadas gracias a su reconocido método de análisis. Los jóvenes de hoy se van a enfrentar a un tiempo sin las recompensas del maltrecho Estado del Bienestar construido a lo largo de la postguerra por sus abuelos y padres.

Si los grandes bloques económicos vigentes no son capaces de tomar las decisiones más adecuadas, valientes y acertadas en el seno de esa nueva especie de gobierno mundial que pudiera ser el G-20, predestinaciones del club Bilderberg aparte, y EE UU no asume una nueva hegemonía mucho más limitada por la realidad del devenir del proceso histórico, mucho me temo que la catarsis pueda venir, por contra, de la mano de un choque de civilizaciones donde China puede resultar la gran vencedora que ahora se aventa, incluso sin necesidad de ese choque.

Porque si finalmente el choque resulta inevitable, lo que sobreviva conocerá el nacimiento de una nueva religión dominante, informada en sus principios por el carácter de los que resulten vencedores.

Así que las películas que hoy llamanos de ciencia-ficción pudieran no serlo en pocos años, tanto si la Humanidad se enfrenta a un conflicto de fuerza sobre cuyos rescoldos se levante un mundo inimaginable hasta para Aldous Huxley, como si la evolución no bélica sienta las bases de una nueva era, de moral y ética irrenunciables, donde la aportación de valor cobre la importancia que se le supone para cimentar las bases de una sociedad con necesidades interplanetarias incipientes por aquello de los nuevos recursos que aquí habremos agotado.

(*) Periodista y profesor

viernes, 5 de noviembre de 2010

Historia de una entrevista histórica en Carabanchel Bajo / Francisco Poveda

El franquismo fue generador de mitos muertos, algunos de ellos ídolos falsos. Pero otros vivos,  sumamente atractivos para un periodista en ciernes, como el que ya comenzaba a ser un obrero singular, luchador por la libertad y verdadero lider sindical en prisión, una especie de Mandela a la española por todos los años vividos en cautividad y en el exilio menos glamouroso del norte de África. "Soy un hombre normal, creo en los pueblos, digamos que soy un símbolo al conocerse el por qué de mi vida y mi proyección internacional", tenía interés en dejar claro nuestro hombre antes de empezar la entrevista.

Era enero de 1975 y los jóvenes dirigentes del franquismo en su estertor ya veían la necesidad de un pacto político con la Oposición democrática emergente para salvar los muebles con la reforma del sistema. Los indultos se sucedían para preparar el terreno y de ellos se benefició un maduro obrero soriano, de La Rasa de Osma, con 57 años, llamado Marcelino Camacho Abad y con cierta aureola de indomable porque nadie conseguía doblarlo, ni doblegarlo, ni domesticarlo. "La derecha me respeta por mi trayectoria vital y el prestigio que significa, pero no me mima, más bien me desprestigia con noticias falsas", se quejaba.

No obstante su salida de la cárcel, el Régimen no lo quería por ahí suelto haciendo proselitismo entre los oprimidos y le impuso un silencio público que tentaba a intentar que no fuera absoluto. Con la ayuda de mi hermano Miguel, estudiante de Sociología en la Complutense, miembro de las JJSS y con buenos contactos en un PCE aún en la clandestinidad relativa, utilizamos como cauce a José Antonio Moral Santín, un joven profesor comunista de la Facultad de Ciencias Políticas  (actualmente catedrático y consejero de Caja Madrid) por su condición de responsable de Economía en la dirección comunista del interior.

En Murcia (pensaba alojarse en casa de un compañero de la HOAC) y Valencia se programaron pronto unas conferencias por parte de sindicalistas en la sombra y opositores, que finalmente fueron suspendidas por la autoridad gubernativa. Era enero de 1975 y a Franco le quedaba menos de un año de vida, por lo que su gente necesitaba ser algo aperturista so pena de perecer en el tránsito. La libertad de prensa era, pues, una de las pocas avanzadillas efectivas para la posterior transición aunque tuviese ciertas limitaciones de autocensura.

Confieso que aproveché la rendija y me planté en casa de Marcelino Camacho, no más de 60 m2, en el madrileño barrio de Carabanchel Bajo, en la fecha  y hora convenida a través del Comité Central del PCE, creo recordar que el sábado 17 de enero a las 10 de la mañana.

Al llegar solo estaba su esposa Josefina (una pantalonera, almeriense de Fondón, 1927, en La Alpujarra, emigrante a los 4 años, a la que había conocido durante su exilio de catorce, primero en el Marruecos francés, 1943, y Orán, 1944-1957.  Se casó en Argelia en 1948 con  su compañera de toda la vida, Josefina Samper Rosas, afiliada a las JSU, una mujer como él e hija de minero emigrado, que luego popularizó sus característicos jerséis de lana gruesa) pero ni Marcelino ni ninguno de sus dos hijos, Marce y Yenia, adolescentes en aquella época, me estaban esperando.

Al poco apareció ante mí el mito en carne mortal y con uno de sus caracteríscos jerseys de cuello vuelto tricotados por Josefina para su esposo, internado hasta hacía bien poco en la tercera galería de la cercana y tristemente célebre cárcel de Carabanchel. Venía de comprar el 'Ya',  su periódico de cabecera, aunque también el 'Arriba" para "ver como respira el Régimen y como se mete conmigo en sus editoriales", decía algo resignado.

Recuerdo que irradiaba una personalidad especial aquella mañana para la primera entrevista periodística en la libertad (la segunda se la hizo días después la agencia soviética de noticias Tass a través de su corresponsal en Madrid), publicada justo a la semana, domingo 27 de enero de 1975, en la contraportada de todas las ediciones del diario 'La Verdad' gracias al talante inequívoco de su entonces director Juan Francisco Sardaña Fabiani, un joven valenciano de origen sardo, salido de la militancia católica y cargado de hijos.

La casa, limpia y recogida, típica de los años 60 en la periferia madrileña, era más que modesta en un clásico barrio obrero. Tenía cuatro alturas el edificio pero carecía de ascensor. Creo recordar que los Camacho-Samper vivían en el 3º izquierda (¡como no!). Marcelino la tenía llena de los libros que, por encargo,  le había ido comprando Josefina para ir formándose e instruyéndose durante los largos días de cárcel en varias etapas.

 Nos sentamos en un pequeño despacho-biblioteca, soleado pese a los visillos y acogedor, donde su esposa nos sirvió un frugal desayuno a base de café con leche y magdalenas, solo interrumpido por las llamadas telefónicas de otros periodistas con menos suerte que yo.

Marcelino no quería ser un superstar ("que lo sea la clase obrera aunque yo sea su cara") tras cobrar mucha actualidad. Ni se consideraba un mito o algo parecido. "Todo el mundo me respeta porque mi vida ha sido una lucha constante pero no soy un mito aunque la realidad haya que expresarla con nombres concretos y la derecha quiera desprestigiarme".

La lucha sindicalista volvió a llevar a Camacho a la cárcel en 1966, cuando trabajaba como tornero-fresador en 'Perkins Hispania', donde retomó su trabajo sindicalista, él que pudo haber acabado en un seminario de la mano del párroco de su pueblo en vez de dedicarse a sabotear los transportes del bando nacional durante la guerra. Un arrebatador impulso reivindicativo -conocido desde su liderazgo en la fábrica de la Perkins, luego 'Motor Ibérica'- le llevó a pasar muchos años en prisión. Pagó muy cara su dedicación a la lucha por la democracia y para que los trabajadores españoles tuvieran una vida digna.

Porque de nuevo volvió a prisión en 1967 y 1972; esta vez, víctima del famoso proceso 1.001 junto al resto de la cúpula de CCOO (Nicolás Sartorius, Miguel Ángel Zamora, Pedro Santiesteban, Eduardo Saborido, Francisco García Salve, Luis Fernández, Francisco Acosta, Juan Muñiz Zapico y Fernando Soto).

En las diversas estancias en la cárcel, Marcelino aprendía, además de a debatir, el significado de conceptos como plusvalía, capital, productividad, inversión, lucha de clases..., que luego manejaba airadamente en sus apasionados discursos. Para hacer menos frías y duras esas estancias en la cárcel, Josefina le tejía sus famosos jerseys, los marcelinos, que luego crearon todo un estilo en la transición. La democracia le devolvió la libertad y sacó de la clandestinidad a su sindicato, las CC OO, cofundado por él en 1960. Camacho exhibía, al menos, el carné nº 1.

En la mesa camilla un montón de cartas de todas las partes del mundo pendientes de contestar, carpetas, fotos y recuerdos. En las paredes, un poster con su figura y un cuadro pintado por él mismo, y en otra mesita, muy bien ordenado todo: fotocopias, recortes de periódicos extranjeros, telegramas, una foto con sus hijos e invitaciones de los sindicatos de EE UU para impartir las conferencias que se le prohibian en España. Al poco viajó a Boston con su fiel e inseparable Josefina.

Camacho se mostró durante toda la entrevista como un radical pacífico porque ni siquiera entonces era un extremista ni anidaba en él rencor alguno por el trato recibido. Era un claro partidario de la ruptura democrática sin violencias, tal vez estigmatizado por el alto precio pagado por la clase obrera a raíz de todo tipo de excesos en nuestra Guerra Civil y porque, a su juicio, los sindicatos históricos habían perdido el contacto con las masas. "El fraccionamiento sindical es el suicidio de la clase obrera en un país con un poder político y económico tan concentrados", afirmaba para fundamentar su idea de una gran central sindical única y plural, quizá pensando que la UGT era un sindicato de otra época.

"Debemos huir de portugalizaciones, se requieren soluciones a la española", me decía tras constatar al salir de la cárcel, menos represión y dureza aunque la misma falta de libertad, por lo que se inclinaba antes por un pacto político que por un pacto social. "Sin democracia no puede haber acuerdos sociales y los partidos políticos son necesarios para esa libertad, todos sin exclusiones", añadía, más como miembro del PCE que como fundador de las Comisiones Obreras, que ya infectaban el sindicalismo vertical oficial de la época.

"Las CC OO deben son democráticas porque - revelaba- en ellas hay catolicos, socialistas de Tierno Galván, carlistas, comunistas..." y propugnaba por aquel entonces un congreso sindical constituyente.

"El sindicalismo ha de ser de clase, de masas, democrático, independiente de los partidos y de los estados, tiene su fuerza en su número y debe ser de mono azul y bata blanca", me adelanta como idea plasmada en su libro "Charlas en la prisión", a punto de aparecer en enero de aquel año. 'Los pueblos quedan, las gentes pasan', insistía desde  un afán idealista que le dio a su identidad política ribetes ingenuos que lo hicieron especialmente querido.

Insistía, una y otra vez, en la necesidad de una Confederación Sindical plural, descentralizada, proporcional, respetuosa con todas las tendencias integradas y decisiones democráticas "con mayorías cualificadas de 2/3 ó 3/4" porque, a su juicio, el sindicalismo unitario no tenía nada que ver con el pluralismo político de los obreros.

Camacho se declaraba sin ambages partidario de una ruptura política para pasar del totalitarismo a la democracia. "Pero pacífica, como en un país civilizado". Y ahí le hice una pregunta clave que, por su respuesta, explica su posterior sintonía con el rey y La Zarzuela.

"Personalmente prefiero la República porque garantiza mejor las libertades democráticas. Pero hay excepciones. Hay repúblicas como la de Salazar y monarquías como la sueca. Aquí debiera pronunciarse el pueblo español libremente sobre ésto. Yo respetaría la voluntad de la mayoría. Para ser operativo ha de manifestarse organizado, unido y con conciencia de su misión histórica".

Al final, hice un balance de percepciones sobre el entrevistado y llegué a varias conclusiones: me pareció un hombre cabal, idealista hasta el extremo, sin rencor hacia sus carceleros, con esperanza fundada, positivo por proactivo, de buena sombra, siempre convencido de lo que decía y hacía en defensa de unas causas que consideraba justas, y que entregaba con generosidad una energía que nunca utilizaba para sí mismo sino para la defensa de los derechos de los otros. Parece que libertad, justicia social y paz resumen toda su acción.

Pronto te dabas cuenta de que Marcelino era un hombre bueno, vital, lleno de cordialidad, con una mirada sana, sin atisbo de maldad, que luchaba por unos ideales y que, sin él quererlo, se convirtió en una referencia de la izquierda por su espíritu combativo en defensa de los derechos de los trabajadores y en la lucha por sus derechos sociales.

Humano y honesto hasta la médula, ya en esa fecha era una referencia ética para la izquierda sociológica por una integridad personal enorme; Marcelino, hombre coherente y de compromiso, reunía a simple vista todas las virtudes cívicas al ser capaz de entender las ideas de los demás como hombre de bien, sin dejar de mantener fervor por sus ideales comunistas;   era ya en esa fecha reconocido como de lo mejor de la clase obrera y de la lucha por la igualdad en el estado del bienestar. No lo percibí en ningún momento como un forofo del llamado 'paraiso socialista'.

Sentí al despedirme, al filo del mediodía, que, tanto él como Josefina, eran buena gente, afable y sencilla, y Marcelino un castellano de ley. Pese a tener una de las casas más modestas entre las que he ido para hacer entrevistas en los últimos 40 años, sabían recibir a quien les visitaba. Su hogar era alegre y tenía alma. Con eso me quedé porque nunca más volví a verlos de cerca para poder hablar con ellos y comprobar que no habían cambiado. Pero sí leí su libro-testamento 'Confieso que he luchado'.

El reyezuelo neoirlandés / Francisco Poveda

El precio a pagar por la autonomía y por la democracia cercana es, a veces, demasiado alto. No es nuevo en España aquello de los reinos de taifas (en Murcia hubo en los primeros siglos de la Era cristiana un reyezuelo godo, converso, de nombre Teodomiro, con corte de aduladores y todo, que entregó esta región a los infieles porque pagaban mejor cobrando menos impuestos y le dejaban parecer que mandaba; incluso después, que seguía mandando. Terminó mal, como todos los reyezuelos que aquí han sido).

Valcárcel es su versión moderna aunque con menos astucia a igual ambición de fortuna. Aquel no pudo resistir el envite califal y cayó, y éste no cae todavía, apuntalado por los cuatro caciques codiciosos, que lo manejan sin el más mínimo respeto a las leyes y consideración a una madura ciudadanía democrática. Pero la situación tiene analogías lejanas, más que nada por la personalidad y habilidad demostradas por aquel gallego que aquí creyó poseer un reino. Este neoirlandés se conforma con menos y nos quiere, a todos los que se dejen, aparceros de un cortijo que nunca tuvo y, desde luego, no llevaba camino de conseguir, según las crónicas de sus coetáneos y amigos de chatos. Vivir para ver, ellos y yo.

¿Qué sería del ciudadano Valcárcel, danzarín folklórico huertano y profesor por horas en un ya desaparecido colegio para estudiantes, casi desahuciados, si no hubiese entrado en política de la mano de su bella hermana Isabel, para traicionar luego al líder que le dio su primera oportunidad por consideración a la notable actividad partidista de oposición desplegada por aquella? ¿Se habría presentado, y habría logrado sacar plaza, por fin, como profesor de Secundaria en un Instituto? ¿Tendría la suerte de poseer un piso de 250 m2 en plena Gran Vía tras haber acertado una bonoloto? ¿Habría conseguido un vehículo de gran cilindrada, como él reconoce le gustan, gracias al premio “gordo” de la Lotería Nacional? ¿Disfrutaría de casa en la Torre de la Horadada, y también de otra en Aledo creo, tras pasar con mucha suerte por el “1, 2, 3…” de las telechichos?

Todo eso es posible pero improbable. En cambio, por otros caminos sí lo ha conseguido, riéndose, a la vez, tras engañar reiteradamente a todos los murcianos y aparentar que no era un pelele político ni una marioneta de los oscuros personajes a los que obedece sin rechistar porque financiaron interesadamente sus costosas campañas electorales. Son los de siempre.

A este presidente-reyezuelo, que tan indignamente representa, a veces, a la Región de Murcia, no le gusta que hurguen en su pasado para evitar que “cante” mucho y se descubra que era un individuo que no iba a ninguna parte interesante en la vida cuando la política, por azar, se cruzó en su camino y le procuró no haberse visto en otra. Uno de los habitantes más preclaros e inteligentes de entre los murcianos, Luis Federico Viudes, contaba y no paraba en 1995 sobre anécdotas de nuestro hombre la primera vez que salió de viaje como concejal fuera de Murcia, creo recordar que a Lisboa, para definirlo muy gráficamente ante un grupo de intelectuales y notables “de toda la vida”.

Esa velada, recuerdo que de rularse de risa, alumbró una crónica en “El Mundo”, “La mala suerte de Murcia”, que provocó su primera amenaza de agresión física, personal y directa a un periodista, con muy mal estilo, a través del teléfono, y adornada con insultos y una, impropia del cargo que ya ocupaba, chulería extrema, que lo desacreditaba ante mi rol profesional. Aquella crónica-premonición mía se ha cumplido luego con creces porque aventuraba todo lo que después ha ido pasando aquí. Por eso se enfadó tanto y perdió los papeles nada más llegar a un muy desacreditado San Esteban.

Enseguida me avergoncé de tener un presidente de la ralea tan barriobajera que luego ha demostrado también tener con la diputada Rosique en el último debate parlamentario sobre el estado de la Región. No es tampoco sólo anecdótico, ni un hecho aislado, pues, aquel corte de mangas de su esposa, Charo Cruz, a un grupo de cartageneros que reclamaban la provincia un 9 de junio frente a la Asamblea Regional. Ni lo que después dijo él, irreproducible, en la cámara autonómica sobre la comisaria europea de Medio Ambiente, la sueca Margot Wallström, por no ceder a sus pretensiones sobre un trasvase del Ebro, que se sabía inviable desde Bruselas.

Ni el hábito hace al monje ni una capa todo lo tapa. Ya puede montarse “la 7”, como nueva especie de nuevo espejo de Blancanieves, que sus actos lo definen de sobra y lo colocan en un sitio del que nunca debió salir, ni mucho menos sacarlo sus mentores, por respeto al nivel de Murcia y de los murcianos. Un canal autonómico no puede enmascarar, a estas alturas de 50 años de semejante trayectoria, carencias estructurales para la buena educación y mejores modales del personaje. Es casi imposible que la moviola deshaga el largo camino andado y uno crea ser lo que no es porque nunca ha sido. Los Maristas le han dejado menos huella que “Los Zagales”.

Cuando pocos años más tarde descubrimos los negocios fraternos que ahora, definitivamente, han trascendido por “El País”, volvimos a ser advertidos en tono amenazante, en mayo de 2003, durante la inauguración del nuevo edificio de la Cámara de Comercio de Cartagena, por insinuar en otro artículo que las famosas torres de Isla Plana no eran del todo ajenas a la familia y/o amigos íntimos, como los Sánchez Carrillo, socios de Carlos Valcárcel Siso en muy anteriores promociones inmobiliarias legítimas en la ciudad de Murcia. Tenía pánico el presidente a salir de San Esteban como consecuencia de un escándalo político como el que ahora tiene encima por sus relaciones indirectas con “Polaris” e “Hispania”. Por eso miente sin rubor y dice no saber nada de lo que sí sabe. Y ya entonces sabía muy bien.

En febrero de 2004, con una vana excusa, volvió a la carga tras mi carta-artículo al fiscal Emilio Valerio, “Mafia nostra”, con toda clase de insultos y vejaciones de palabra, en una llamada telefónica, más sorpresiva que sorprendente por los antecedentes de hecho sufridos con el sujeto por someterlo a una crítica periodística democrática, que dejaba al desnudo sus múltiples carencias como gobernante y sus excesivas dependencias de gente muy indeseable, como poco a poco se ha ido viendo y demostrando.

A la señora Rosique no le ha dicho nada comparado con todo lo que yo he tenido que escucharle en tres ocasiones, y no contar hasta ahora para que no sufra, aún más, la imagen pública de Murcia entre los periodistas españoles/europeos de cierto nivel y probada independencia. He callado exclusivamente por eso. Pero su comportamiento con la portavoz socialista, que es toda una señora, me obliga a no guardar el secreto ni un minuto más cuando, ni siquiera desde el grupo parlamentario del PSRM, ningún varón le ha cantado a Valcárcel las verdades que se merece oír aunque haya perdido toda capacidad de ruborizarse después de una década de desastrosa gobernanza pública autonómica.

Que este tipo se gaste ahora en televisiones-maquillaje urgentes el dinero que aquí se necesita para cosas más acuciantes, como sanidad o enseñanza pública de verdadera calidad ambas, es una vergüenza para quien se queda en casa cruzado de brazos y resignado como un manso ante el que no tiene media galleta cuando se le hace frente. Porque todos sabemos ya, de qué pié cojea este gallo, tan valiente cuando tiene delante a una dama como la vejada diputada Rosique. Luego se arruga, como un gusano de seda, ante una llamada, o la más mínima insinuación, de la CROEM, “Caja Murcia”, “La verdad” o Génova 13. Y no digamos nada, tras hablar con el fiscal-jefe aunque la audiencia sea protocolaria. El sabrá por qué tiembla ante la toga.

Otro día contaré la operación política de compra de “La Economía” en mayo de 2005, para tratar de evitar que se terminase sabiendo qué están haciendo algunos de sus amigos para apoderarse de una región entera, a precio de saldo, y con presuntas coacciones y amenazas veladas a honrados ciudadanos para que les vendan sus tierras a precio de saldo. Y desvelaré todos los nombres de quienes participaron, unos poniendo su dinero y otros su influencia, desde las filas de una extrema derecha, emboscada y corrupta, hoy nada ajena a las concesiones y beneficios de imagen de “la 7”. Pero no pienso volver a hablar con ese maleducado, moralmente incapacitado ya para representarnos ante el resto de España. Ha demostrado a toda la sociedad regional que tampoco es un caballero. Eso de lo que tanto presume y ni siquiera es capaz de fingir. No debe seguir más tiempo.

martes, 27 de abril de 2010

Juan Carlos I, um líder antes que um rei / Francisco Poveda *

Juan Carlos I é um rei, um Chefe de Estado, o chefe de uma dinastia, da Casa Real espanhola e comandante-em-chefe do Exército. Mas, sobretudo, é o líder do corpo social de um país com muita história. Nenhum país pode funcionar sem um líder, se entendermos a função como uma influência sobre a maioria. E ele há sido, indiscutivelmente, o lide da Espanha durante 32 dos seus 70 anos, em uma nação pouco monárquica apesar de ter sido quase sempre, e historicamente desde 1492, uma monarquia unitária. E antes um conjunto de monarquias peninsulares de todos tipos, sortes e destinos.

A Espanha, um país de vales e montanhas, é um local de muito difícil gestão. Depois de um mais que turbulento século XIX e um século XX que apontava para superá-lo para o pior, o já longo reinado de Juan Carlos I está sendo uma das épocas de maior esplendor e progresso do país, só equiparável ao governo de seu parente direto Carlos III no século XVIII. E democrático ao estilo saxão ou escandinavo.

Em um momento em que, pela idade do rei e o tempo ocupando o trono, começa-se a fazer balanços, e alguns na Espanha, desde a direita mais conservadora e a esquerda mais extrema, aproveitam para questionar a legitimidade da instituição, convém refletir sobre a necessidade, ou não, de prescindir de uma liderança tão popular e garantidora para os espanhóis. Nenhum monarca na história contemporânea da Espanha esteve tão perto do povo.

Juan Carlos I demonstrou ser peça fundamental numa engrenagem constitucional complexa, ainda que consensual, reformável e dificilmente substituível agora por outra menos equilibrada e solidária. Agora por agora, o rei é a garantia de liberdades públicas reais e não só formais, da sobrevivência da Espanha como tal e em sua diversidade, da moderação na vida pública, da defesa nacional na qualidade de vértice das Forças Armadas e da política externa. Que líder em nossa história reuniu sequer a metade destas qualidades todas?

O monarca segue sendo, apesar da sua idade e tempo no trono, o garantidor também da própria instituição monárquica. Enquanto viva e mantenha seu juízo são, não parece possível convulsão alguma no sistema, apesar de ser o espanhol, todavia, um povo imprevisível. Nenhuma plutocracia à espreita parece ter o que fazer quanto a isso. Tampouco há a vista alguma figura política com suficiente estatura de estadista e capacidade de agregação bastante para propor a sério, e ao destino, uma mudança da monarquia à república na Espanha.

Inclusive, se após Juan Carlos I se proclamasse a III República, seria uma estupidez e uma torpeza política tentar apagar os sinais visíveis de seu longo reinado, numa vã tentativa de retificar a história "a posteriori". Isso porque não são poucos, nem pouco ambiciosos, alguns políticos de certo perfil, de direita e de esquerda, que estão esperando seu momento de ser presidente de uma nova república após a morte do rei. Seus nomes estão nas mentes de todos e um deles é, até hoje, sem vergonha, conselheiro de Estado em exercício.

Não nos enganemos: alguns deles já movem desde já as forças da mídia desde fora da Espanha para que se produzam ataques, ainda que sutis, a Juan Carlos na imprensa internacional, e isso não parece furto da casualidade nem da conjuntura. Esses ataques respondem a interesses alheios à opinião pública da Espanha e aos espanhóis. Seu objetivo imediato é a erosão da figura do rei justamente num ponto de inflexão causado por sua idade, seu estado de saúde e o estresse inerente da sua alta responsabilidade.

Também estão surgindo livros e textos que desprestigiam o herdeiro de Juan Carlos. E temos ouvido e visto programas de rádio e televisão dentro da Espanha cujo objetivo não parece ser o de favorecer a liderança do rei, chegando-se inclusive a pedir sua abdicação, como se estivéssemos diante de um outro Fernando VII. Demasiadas coincidências no tempo e demasiados impacientes esperando seu momento para, eventualmente, ocuparem a Chefia do Estado.

Mas o futuro ainda não está escrito e Juan Carlos ainda traz consigo poderosa força de inércia para que alguém tente parar a seco a monarquia. Uma grande porcentagem dos espanhóis não conheceu outro líder. Já outra grande parte sabe, agradecida, que ele está cumprindo seu papel histórico com tato, discrição, grande diligência e muita dignidade. E segue sendo, no momento, ínfima a minoria que está propondo alternativas em vida ao próprio rei, o que deixa ainda mais difícil a situação de um príncipe das Astúrias pouco entusiasmado com o cargo, mas também tomado pelo dever dinástico ao alcançar 40 anos, casar e ser pai duas vezes.

O próprio rei sabe das dificuldades que seu herdeiro terá para conservar o trono. Mas pior era sua situação ao ganhá-lo por consenso em novembro de 1975. No fim, a questão será a mesma: demonstração de utilidade e capacidade de liderança. E independência de grupos de interesse no que será então uma democracia telemática, para qual o rei carece de planos. O tempo do futuro Felipe VI não terá nada a ver com o de Juan Carlos I, embora a Espanha continue essencialmente a mesma.

Por mesma me refiro à dificuldade de gestão do país. Quando seus dirigentes não foram muito capazes de entender-la, fracassaram de pronto. Hoje ninguém discute que a república é uma forma de governo mais abrangente e moderna (se mais democrática, ainda estamos por ver), mas a monarquia constitucional não deixa a dever na capacidade de gerar bem-estar para o cidadão, do Pacífico ao Báltico. O que ainda está por demonstrar é se a república resultará mais idônea para um país de tanta complexidade e atormentada história como a Espanha.

Ficou demonstrado historicamente que só com fortes lideranças é possível o progresso da Espanha com unidade na diversidade. Nossa característica individualista não deixa muito lugar para decisões colegiadas, condicionadas, compartilhadas ou vazias de conteúdo. A moderação é, em nosso caso, uma condição e uma necessidade. E parece que a pode sustentar melhor uma autoridade neutra de longa projeção no tempo que outra submetida a revalidação periódica ou a interesses partidaristas do momento.

Nossa transição política tem sido um modelo, mas só da perspectiva da nossa história recente desde meados do século XIX. Apesar do pacto pela não ruptura, tivemos episódios trágicos. Agora estão mais claros os erros e acertos da fórmula, mas a monarquia não pode ser em nenhum caso o bode expiatório de um "neo-franquismo" que resiste a sucumbir nas mãos da História ou de uma Igreja dominada por uma corrente integralista alheia ao Catolicismo espanhol.

A Juan Carlos I temos que julgar o que fez como rei desde 1976 e não o que fizeram o que dele se utilizaram após a vitória da democracia sobre o totalitarismo em 1945. Se a reforma política de 1978 encerra necessárias rupturas, a sua foi a primeira como condição "sine qua non" para legitimá-lo no começo de seu reinado e para mostrar estar à altura do cargo após a tentativa de golpe militar de fevereiro de 1981. Por suas mãos, a Espanha entrou na União Européia em 1986 depois de décadas de tentativas vãs e recuperou os parâmetros democráticos perdidos em 1936 com a eclosão da Guerra Civil.

O agora tão admirado por todos Adolfo Suárez foi por Juan Carlos escolhido, que lhe deu cobertura e deixou agir segundo a conveniência de ambos. Mesmo a incomum duração da permanência de Felipe González no Palácio de La Moncloa foi alheia à intenção do monarca de consolidar uma democracia para todos. Só por isso o rei da Espanha merece, no seu aniversário de 70 anos, a gratidão dos cidadãos por evitar a repetição de episódios que, novamente, nos fizessem sentir envergonhados como espanhóis perante o mundo.

Monarquia ou república é um debate em que se deve pesar a haveres e deveres de cada sistema de governo segundo nossa própria experiência e a do nosso entorno para vermos se vale à pena provar a mudança apenas pela própria mudança. É uma questão de calcular o risco e pesar o preço desta decisão se se quer apresentar essa possibilidade algum dia.

Em uma democracia consolidada, como a que nos deixa Juan Carlos I, é até cabível propor prescindir justamente de quem a fez possível com sua liderança. A soberania reside desde 1978 nos espanhóis porque o monarca recusou ser cúmplice e vértice de uma ditadura institucional com aparência de democracia no primeiro momento e depois renunciou poderes civis executivos com a posterior Constituição. Essa é sua grandeza e seu enorme mérito.

Francisco Poveda é jornalista e professor universitário

http://oglobo.globo.com/opiniao/mat/2008/01/04/327876925.asp

Tudo indica que Zapatero será o vencedor nas eleições na Espanha / Francisco Poveda *

A qualidade das relações da União Européia e a América Latina em plena segunda grande emancipação estará em jogo no próximo dia 9 de março com as eleições gerais na Espanha. Também, e não menos importante, está em jogo o prolongamento da atual "lua-de-mel" ibérica com Portugal, especialmente intensa desde a chegada ao poder do socialista José Sócrates, por sua maior sintonia geracional e ideológica com Zapatero em um momento de forte dependência econômica lusa de seu grande vizinho peninsular.

Há apenas 15 meses, o atual presidente do governo espanhol foi ungido pelas urnas por seus feitos, otimismo contagioso, ideais, princípios e método de contrastar sempre opiniões diversas. Mas hoje as pesquisas mostram um empate técnico, com uma ligeira vantagem a favor de quem o prestigiado jornal britânico "The Times" considerava então o líder social-democrata e político mais valorizado da União Européia por causa da confiança e convicção que transmite.

Os primeiros efeitos nefastos sentidos pela crise do esgotado, por ser muito desequilibrado, modelo econômico herdado de Aznar e o ruidoso fracasso das negociações de seu governo com o bando terrorista basco ETA, assim como se sucedeu com outros governos democráticos anteriores, consumiram em muito pouco tempo grande parte do capital político acumulado por Zapatero com a aprovação de 150 leis sociais para a modernização da Espanha desde sua inesperada chegada ao Palácio de La Moncloa, em abril de 2004, após o erro de Aznar de entrar na guerra no Iraque.

A guinada rumo a uma extrema direita sectária do hoje grande partido de oposição, o Partido Popular, longe de facilitar as coisas para Zapatero, produziu na última Legislatura, ao não assimilar ou assumir sua derrota eleitoral de 2004, uma forçada e crescente polarização na sociedade espanhola. Por meio do recurso nada ético de assustar, exagerar e anunciar o cataclismo, ela faz lembra um dos piores tempos da história contemporânea da Espanha pelas conspirações e usurpadas bandeiras nacionais que agitam nos últimos 36 anos após o fim da ditadura militar. Até a Igreja Católica se juntou como aliada, com grande veemência e ativismo político, à resistência às mudanças sociais implantadas por Zapatero pelo seu temor de que elas tragam uma inevitável "secularização" da vida civil espanhola, com a conseqüente perda de sua influência sobre os fiéis em pleno (e teórico) choque de civilizações de crenças monoteístas.

A previsível ascensão política de Berlusconi na Itália e, agora, as maiores chances de Rajoy na Espanha soaram os alarmes em Bruxelas. O coração da União Européia, onde a duradoura aliança tácita de moderados, liberais e sociais-cristãos procura estabilidade, segurança e riqueza, volta-se agora para Madri e Roma com certa inquietude diante do avanço de forças "eurocéticas" ao longo da costa mediterrânea, que se valem de uma retórica catastrofista diante de previsíveis tensões sociais trazidas pelo aumento do desemprego depois de uma década de grande bonança econômica.

A possibilidades eleitorais de um iracundo e distante Rajoy frente a um Zapatero tranqüilo, próximo e satisfeito se vêm prejudicadas pela própria dinâmica de sua estratégia: certa demagogia temperada com meias verdades dentro de um jogo de deslealdade institucional calculada para desgastar seu adversário ainda que a custa de tensionar complexos processos territoriais, dar opções desnecessárias ao terrorismo e molestar os imigrantes, vistos como responsáveis pela criminalidade em ascensão, fazem-no perder toda a credibilidade, aborrecer e descrever uma Espanha em preto e branco muito longe do colorido otimista que almejam até os espanhóis mais imprevisíveis.

Mas a Espanha não se deixa voltar para o passado. Mais de 1 milhão de novos jovens eleitores permitem prever que finalmente Zapatero ("só se pode ganhar se se está da vitória") poderá impor-se por suas atrativas propostas para o futuro do país. Uma pesquisa feita após o primeiro debate na TV com o atual líder oposicionista Rajoy, escolhido a dedo por Aznar como seu herdeiro político, apontou uma maior preferência pela esquerda entre os eleitores de 18 a 55 anos e nas regiões com menor sentimento "espanholista", com exceção da Andaluzia, apesar delas serem onde a grande corrupção estrutural impregnou com desonra a classe política governante.

Com uma crise internacional de previsível grande repercussão por sua profundidade e duração, os poderes de fato que representam na Espanha o capital financeiro e a Coroa veriam com muito mais tranqüilidade uma vitória social-democrata por seus planos por mais direitos civis e de manter dentro dos limites do sistema as ânsias das minorias nacionalistas democráticas da Catalunha, Galícia e País Basco. Mas é a complicada situação social que se aproxima que vai requerer uma atitude política determinada para fazer frente e gestionar processos econômicos que sirvam de paliativos para as conseqüências desta crise sobre a grande maioria da população espanhola, alçada a um artificial nível de vida por créditos de longo prazo e que agora dificilmente poderá manter em razão da perda de empregos. Neste caso, o programa do PSOE encerra um projeto "ad hoc" frente à postura do PP, que não tem planos claros e convincentes para o crescente contingente de pessoas atingidas pela perda de postos de trabalho e patrimônio, que já são efeitos retardados a ausência de um mínimo sentido social nas políticas desenvolvidas por Aznar nos campos de urbanismo e habitação durante seus oito anos de governo (1996 a 2004).

A catarse parece inevitável, apesar da subsistência das lendárias "duas Espanhas". Enquanto os aposentados, especuladores, integristas católicos, altos funcionários, pessoas mais temerosas, inseguras, menos competitivas, os emigrantes na América e os privilegiados desde o Franquismo se identificam mais com a retórica do PP, a esperança que Zapatero vende atrai os jovens em busca do futuro, os empregados qualificados, pequenos empresários, profissionais liberais e quase todos os emigrantes espanhóis na Europa, docentes e estudantes.

Com uma fatia de 20% ainda de eleitores de indecisos, se antes do 9 de março não ocorrer nenhum "choque de trens" que possa subverter a atual tendência, tudo parece indicar que o PSOE revalidará sua atual maioria, inserido na mais pura tradição social-democrata européia. Como no caso de Obama nos EUA, os inovadores, os cientistas e os artistas declararam seu apoio a Zapatero, que deverá permanecer no poder.

(*) Francisco Poveda é jornalista e professor universitário

http://oglobo.globo.com/opiniao/mat/2008/02/29/tudo_indica_que_zapatero_sera_vencedor_nas_eleicoes_na_espanha-426031438.asp