viernes, 5 de noviembre de 2010

El reyezuelo neoirlandés / Francisco Poveda

El precio a pagar por la autonomía y por la democracia cercana es, a veces, demasiado alto. No es nuevo en España aquello de los reinos de taifas (en Murcia hubo en los primeros siglos de la Era cristiana un reyezuelo godo, converso, de nombre Teodomiro, con corte de aduladores y todo, que entregó esta región a los infieles porque pagaban mejor cobrando menos impuestos y le dejaban parecer que mandaba; incluso después, que seguía mandando. Terminó mal, como todos los reyezuelos que aquí han sido).

Valcárcel es su versión moderna aunque con menos astucia a igual ambición de fortuna. Aquel no pudo resistir el envite califal y cayó, y éste no cae todavía, apuntalado por los cuatro caciques codiciosos, que lo manejan sin el más mínimo respeto a las leyes y consideración a una madura ciudadanía democrática. Pero la situación tiene analogías lejanas, más que nada por la personalidad y habilidad demostradas por aquel gallego que aquí creyó poseer un reino. Este neoirlandés se conforma con menos y nos quiere, a todos los que se dejen, aparceros de un cortijo que nunca tuvo y, desde luego, no llevaba camino de conseguir, según las crónicas de sus coetáneos y amigos de chatos. Vivir para ver, ellos y yo.

¿Qué sería del ciudadano Valcárcel, danzarín folklórico huertano y profesor por horas en un ya desaparecido colegio para estudiantes, casi desahuciados, si no hubiese entrado en política de la mano de su bella hermana Isabel, para traicionar luego al líder que le dio su primera oportunidad por consideración a la notable actividad partidista de oposición desplegada por aquella? ¿Se habría presentado, y habría logrado sacar plaza, por fin, como profesor de Secundaria en un Instituto? ¿Tendría la suerte de poseer un piso de 250 m2 en plena Gran Vía tras haber acertado una bonoloto? ¿Habría conseguido un vehículo de gran cilindrada, como él reconoce le gustan, gracias al premio “gordo” de la Lotería Nacional? ¿Disfrutaría de casa en la Torre de la Horadada, y también de otra en Aledo creo, tras pasar con mucha suerte por el “1, 2, 3…” de las telechichos?

Todo eso es posible pero improbable. En cambio, por otros caminos sí lo ha conseguido, riéndose, a la vez, tras engañar reiteradamente a todos los murcianos y aparentar que no era un pelele político ni una marioneta de los oscuros personajes a los que obedece sin rechistar porque financiaron interesadamente sus costosas campañas electorales. Son los de siempre.

A este presidente-reyezuelo, que tan indignamente representa, a veces, a la Región de Murcia, no le gusta que hurguen en su pasado para evitar que “cante” mucho y se descubra que era un individuo que no iba a ninguna parte interesante en la vida cuando la política, por azar, se cruzó en su camino y le procuró no haberse visto en otra. Uno de los habitantes más preclaros e inteligentes de entre los murcianos, Luis Federico Viudes, contaba y no paraba en 1995 sobre anécdotas de nuestro hombre la primera vez que salió de viaje como concejal fuera de Murcia, creo recordar que a Lisboa, para definirlo muy gráficamente ante un grupo de intelectuales y notables “de toda la vida”.

Esa velada, recuerdo que de rularse de risa, alumbró una crónica en “El Mundo”, “La mala suerte de Murcia”, que provocó su primera amenaza de agresión física, personal y directa a un periodista, con muy mal estilo, a través del teléfono, y adornada con insultos y una, impropia del cargo que ya ocupaba, chulería extrema, que lo desacreditaba ante mi rol profesional. Aquella crónica-premonición mía se ha cumplido luego con creces porque aventuraba todo lo que después ha ido pasando aquí. Por eso se enfadó tanto y perdió los papeles nada más llegar a un muy desacreditado San Esteban.

Enseguida me avergoncé de tener un presidente de la ralea tan barriobajera que luego ha demostrado también tener con la diputada Rosique en el último debate parlamentario sobre el estado de la Región. No es tampoco sólo anecdótico, ni un hecho aislado, pues, aquel corte de mangas de su esposa, Charo Cruz, a un grupo de cartageneros que reclamaban la provincia un 9 de junio frente a la Asamblea Regional. Ni lo que después dijo él, irreproducible, en la cámara autonómica sobre la comisaria europea de Medio Ambiente, la sueca Margot Wallström, por no ceder a sus pretensiones sobre un trasvase del Ebro, que se sabía inviable desde Bruselas.

Ni el hábito hace al monje ni una capa todo lo tapa. Ya puede montarse “la 7”, como nueva especie de nuevo espejo de Blancanieves, que sus actos lo definen de sobra y lo colocan en un sitio del que nunca debió salir, ni mucho menos sacarlo sus mentores, por respeto al nivel de Murcia y de los murcianos. Un canal autonómico no puede enmascarar, a estas alturas de 50 años de semejante trayectoria, carencias estructurales para la buena educación y mejores modales del personaje. Es casi imposible que la moviola deshaga el largo camino andado y uno crea ser lo que no es porque nunca ha sido. Los Maristas le han dejado menos huella que “Los Zagales”.

Cuando pocos años más tarde descubrimos los negocios fraternos que ahora, definitivamente, han trascendido por “El País”, volvimos a ser advertidos en tono amenazante, en mayo de 2003, durante la inauguración del nuevo edificio de la Cámara de Comercio de Cartagena, por insinuar en otro artículo que las famosas torres de Isla Plana no eran del todo ajenas a la familia y/o amigos íntimos, como los Sánchez Carrillo, socios de Carlos Valcárcel Siso en muy anteriores promociones inmobiliarias legítimas en la ciudad de Murcia. Tenía pánico el presidente a salir de San Esteban como consecuencia de un escándalo político como el que ahora tiene encima por sus relaciones indirectas con “Polaris” e “Hispania”. Por eso miente sin rubor y dice no saber nada de lo que sí sabe. Y ya entonces sabía muy bien.

En febrero de 2004, con una vana excusa, volvió a la carga tras mi carta-artículo al fiscal Emilio Valerio, “Mafia nostra”, con toda clase de insultos y vejaciones de palabra, en una llamada telefónica, más sorpresiva que sorprendente por los antecedentes de hecho sufridos con el sujeto por someterlo a una crítica periodística democrática, que dejaba al desnudo sus múltiples carencias como gobernante y sus excesivas dependencias de gente muy indeseable, como poco a poco se ha ido viendo y demostrando.

A la señora Rosique no le ha dicho nada comparado con todo lo que yo he tenido que escucharle en tres ocasiones, y no contar hasta ahora para que no sufra, aún más, la imagen pública de Murcia entre los periodistas españoles/europeos de cierto nivel y probada independencia. He callado exclusivamente por eso. Pero su comportamiento con la portavoz socialista, que es toda una señora, me obliga a no guardar el secreto ni un minuto más cuando, ni siquiera desde el grupo parlamentario del PSRM, ningún varón le ha cantado a Valcárcel las verdades que se merece oír aunque haya perdido toda capacidad de ruborizarse después de una década de desastrosa gobernanza pública autonómica.

Que este tipo se gaste ahora en televisiones-maquillaje urgentes el dinero que aquí se necesita para cosas más acuciantes, como sanidad o enseñanza pública de verdadera calidad ambas, es una vergüenza para quien se queda en casa cruzado de brazos y resignado como un manso ante el que no tiene media galleta cuando se le hace frente. Porque todos sabemos ya, de qué pié cojea este gallo, tan valiente cuando tiene delante a una dama como la vejada diputada Rosique. Luego se arruga, como un gusano de seda, ante una llamada, o la más mínima insinuación, de la CROEM, “Caja Murcia”, “La verdad” o Génova 13. Y no digamos nada, tras hablar con el fiscal-jefe aunque la audiencia sea protocolaria. El sabrá por qué tiembla ante la toga.

Otro día contaré la operación política de compra de “La Economía” en mayo de 2005, para tratar de evitar que se terminase sabiendo qué están haciendo algunos de sus amigos para apoderarse de una región entera, a precio de saldo, y con presuntas coacciones y amenazas veladas a honrados ciudadanos para que les vendan sus tierras a precio de saldo. Y desvelaré todos los nombres de quienes participaron, unos poniendo su dinero y otros su influencia, desde las filas de una extrema derecha, emboscada y corrupta, hoy nada ajena a las concesiones y beneficios de imagen de “la 7”. Pero no pienso volver a hablar con ese maleducado, moralmente incapacitado ya para representarnos ante el resto de España. Ha demostrado a toda la sociedad regional que tampoco es un caballero. Eso de lo que tanto presume y ni siquiera es capaz de fingir. No debe seguir más tiempo.

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